Los 30 mejores álbumes internacionales del 2023

Nat Ćmiel, quien desde 2012 firma sus discos bajo el seudónimo de Yeule, promocionó este tercer trabajo como un «cambio de dirección» en su estilo, el cual se influenció siempre del glitch, noise pop, synth y ambient. Y razón no le faltaba: en softscars (2023, Ninja Tune), Ćmiel priorizó las melodías memorables y las sonoridades más orgánicas (guitarras acústicas y secciones de batería suenan ahora en primer plano); distanciándose del caos electrónico de sus álbumes previos. Aún así, Yeule mantuvo inalterable el carácter distópico de su propuesta y el concepto central de su discografía: que el futuro es hoy.

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La ‘autopoiesis’ es, en líneas muy generales, la capacidad de los seres vivos de producir y mantenerse a sí mismos. Una resiliencia biológica que inspiró a Mon Laferte en su octavo álbum, Autopoiética (2023, Universal Music). Un disco que evidencia los pasos agigantados que la artista chilena ha dado desde que debutó con La Chica de Rojo (2003); y que muestra su intención de cerrar las puertas del mainstream que abrió con su exitoso sencillo “Tu falta de querer”. En Autopoética, Laferte no solo ha sofisticado su proceso de composición, sino que ha ampliado de manera notable su rango de estilos; pasando del art pop al IDM, o del dembow a la canción latinoamericana. Pura autosuficiencia musical.

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Meses antes de su muerte, Ryuichi Sakamoto entró al estudio para plasmar en un disco lo poco de vida que no le había arrebatado el cáncer. Así grabó 12 (2023, Milan); la última página de un diario que desde la década de 1970 escribió con música electrónica y minimalista. Tanto en solitario como junto a su agrupación Yellow Magic Orchestra. Para este trabajo final, Sakamoto recurrió al piano y a otros artilugios sonoros, a fin de crear paisajes íntimos y sobrecogedores. Entre esos artilugios estaba su propia respiración, que se escucha agitada como un claro indicador de su enfermedad; pero también de su voluntad enorme de cerrar su discografía con 12 composiciones sobrias, emotivas y eternas.

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JPEGMAFIA se juntó con Danny Brown y provocaron una reacción química que pocas veces se ve en el hip hop. Entre ambos sumaron sus talentos para ‘samplear’ prácticamente cualquier sonido, y escribir versos con el ingenio de quien, a pesar de los millones de dólares, sigue pisando la calle. El resultado de semejante unión fue el disco Scaring the Hoes (2023, AWAL), que incluye 14 canciones cuidadosamente ensambladas con fragmentos de la música popular (gospel, soul y hits de la década del 2000), así como episodios de la propia cotidianeidad. Un experimento de alto riesgo, pero que, sin duda alguna, pasó la prueba con creces.

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Es innegable el impacto que el fenómeno Rosalía ha tenido sobre el llamado flamenco pop, estilo de raíz tradicional que en los últimos años se ha posicionado en los rankings y ha sido reivindicado por artistas como C.Tangana, Zahara y María José Llergo. Precisamente, esta última presentó en octubre su segundo álbum de estudio, Ultrabelleza (2023, Sony Music), donde –a través de la fusión de palos, samples, guitarras y beats robustos– nos presenta un viaje personal sobre la superación, las luchas emocionales y lecciones aprendidas. De hecho, la española nos canta una de estas lecciones con los perfectos melismas del tema “Superpoder”: es posible aprender a llorar cantando.

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A estar alturas, ya es un tremendo cliché decir que una banda tiene un sonido inclasificable. Sin embargo, cometeremos ese pecado porque no encontramos otra forma de describir la propuesta de Young Fathers: inclasificable. En su cuarta producción discográfica, Heavy Heavy (2023, Ninja Tune), los escoceses siguen llevando a sus composiciones por caminos insospechados. Cuando parecen estar tomando la ruta del hip hop alternativo, se desvían inmediatamente hacia el noise pop, el indie electrónico, o el lo-fi. Son conscientes de que allí radica su principal atributo: la vocación por no repetirse jamás.

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Casi es un consenso que el R&B es el pop de las últimas décadas. Y Kelela ha sabido darle un nuevo aire al género, siempre respetando los cánones y cadencias. Desde que apareció en 2011, la cantautora estadounidense ha sumado al R&B elementos del ambient y el breakbeat, lo que ha derivado en un estilo propio que trasciende a las etiquetas musicales. Una atmósfera de sonidos inmediatos, puntuales y enérgicos, tal como se escucha en las quince canciones de su segundo álbum, Raven (2023, Warp).

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Mitski es una de las grandes revelaciones que nos dejó la década pasada. Aunque debutó con Lush (2012), no fue hasta su cuarto –Puberty 2 (2016)– y quinto álbum –Be The Cowboy (2018)– que empezó a acaparar la atención de la prensa especializada. Su propuesta era simple y sincera: un indie rock sin exageraciones musicales; con letras bien aterrizadas en lo cotidiano. En The Land is Inhospitable and So Are We (2023, Dead Oceans), la artista nacida en Japón mantiene esa honestidad, aunque desde la perspectiva del folk, la canción de autor y el country. Un pequeño giro en su sonido que nos ha revelado su lado más íntimo y emocional.

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Conocido por ser el rostro y voz de la agrupación de post-punk Fointaines D.C., Grian Chatten decidió incursionar con un proyecto personal desde el indie folk y el pop de cámara. Así llegó a las nueve canciones que conforman su primer trabajo en solitario, Chaos For The Fly (2023, Partisan), que revela su versatilidad como cantante y compositor. Asumiendo el rol de un Leonard Cohen del siglo XXI, Chatten canta sobre sus dilemas internos, mientras los arreglos orquestales del productor Dan Carey (frecuente colaborador de Fontaines D.C. y otros actos como Grimes, Squid y Caroline Polachek) crean el entorno más adecuado para su voz.

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Con trece discos en su haber y una trayectoria que suma décadas, Wilco consideró que ya era hora de salir de la zona de confort. Por primera vez en catorce años, la banda estadounidense convocó a una productora externa para que se haga cargo de su sonido. La elegida fue la británica Cate Le Bon, quien los guió en el proceso hacia su nuevo disco, Cousin (2023, dBpm). Gracias a un Jeff Tweedy bastante colaborativo en el estudio (él ha sido coproductor de Wilco desde 2009), se grabaron todos los instrumentos por separado y el tracklist se redujo para separar la paja del trigo. Al final, arribaron a 10 sólidas canciones de rock (o dad rock, si prefieren) con una instrumentación ejecutada sin titubeos.

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