Joni Mitchell dijo en una entrevista: «me metí en la música folk porque era fácil entrar en ella». La cantante canadiense se refería, como supusieron muchos de seguidores, a que este era un género musical sencillo de ejecutar y de escuchar. Sobre todo lo primero, ya que consistía en una austera combinación de guitarra y voz.
Pero el folk ha cambiado en las últimas décadas. De esa sobriedad inicial pasó a tener una actual y auténtica veneración por las melodías, a partir de la instrumentación y de los arreglos musicales. Y ese es el camino que decidió recorrer el experimentado dúo nacional Alejandro y María Laura.
Desde que aparecieron en la escena con su celebrado elepé Paracaídas (2011), la pareja ha sabido poner en un adecuado pedestal a la canción misma. Estrategia que si bien gestaron en su debut, la consolidaron en su segundo trabajo, Fiesta para los Muertos, publicado en el 2014. Siempre bajo la atenta mirada de Matias Cella, quien plasmó en ellos su experiencia previa con artistas como Jorge Drexler y Kevin Johansen.
El dúo Alejandro y Maria Laura consiguió dos cosas con este disco: primero, huir del edulcoramiento en el que parecían sumirse algunos de sus temas anteriores; y segundo, superar su propuesta con creces.
Pero ese ingenio de naturaleza folk se ha visto revitalizado y ha tomado mayor vigencia en el más reciente álbum del dúo −el tercero− titulado La Casa No Existe. Un primer ejemplo de ello es el track inicial, “La película”, una espléndida pieza de baroque pop y de ritmos cambiantes, que abre las puertas hacia otras sonoridades a los siguientes once temas del disco.
Surge así “Agüita del equilibrio”, el rimbombante single que despliega una amalgama entre los sonidos del Ande y otros más sintéticos. En ese recorrido también se hacen presentes los invitados: la indispensable La Lá en “La corriente del Niño”; el cantautor Ezequiel Borra y los Perotá Chingó en “De tronco en tronco” (¡vaya arreglo de vientos!); y Paulinho Moska en “Una fiesta cualquiera”.
Esta última se eleva por encima del resto. Su cadencia brasileña (gracias al aporte vocal de Moska y a las armonías de la pareja), así como la instrumentación (que incluye una tenue percusión y unas aplicadas cuerdas) sostienen a la canción durante sus cinco minutos de duración. Argumentos sonoros que contrastan con el trepidante pop de “Matrimonio” o el folk mesurado de “María flojera”.
Alejandro y María Laura han conseguido dos cosas con este trabajo, que tuvo en las perillas al argentino Juanito El Cantor: primero, huir del edulcoramiento en el que parecían sumirse algunos de sus temas anteriores; y segundo, superar su propuesta con creces. En La Casa No Existe, la pareja ha dado pasos agigantados en la senda del eclecticismo, dejando en el camino un disco fantástico. Una ruta que, quizás en el futuro, los siga alejando del folk más sobrio y austero.
Sello: Independiente
Producción: Juanito El Cantor
Grabación y mezcla: Matías Cella
Masterización: Tom Baker
Formato: Digital • CD