9,5/10
Un piano. Un suspiro. «Buen día, amor mío. Me agrada pensar que en momentos difíciles siempre ayuda muchísimo tener una referencia en Dios». No es casualidad que Rosalía inmortalizara esta frase de su abuela al terminar la canción “G3 N15” de su tercer álbum, Motomami (2022).
LUX (2025, Columbia), el cuarto disco de la artista catalana, se configura en un contexto de incertidumbre para su autora. No solo por desamores, sino por la falta de verdad en los tiempos que vivimos. «Estar en un mundo como este a veces es confuso (…) especialmente en un momento como el de hoy en día en el que no sabes bien lo que es verdad y lo que no», respondía en la conferencia de prensa que dio hace unos días en Ciudad de México, a raíz de este lanzamiento.
Confusión. Rosalía emprende un camino de búsqueda de esa verdad, de esa luz, de esa referencia en Dios. De lo divino. De lo que no se ve y desaparece. Abraza imperfecciones. Conoce al otro. Ama. Lleva su devoción por la música a lo más alto. Y se eleva en ella.
En la carátula de LUX, ella está inmovilizada. Sus brazos están atados. Su libertad está ausente en devoción. O se está abrazando. LUX es redención. Perdón. Deseo. Un camino de confusión, buscando una verdad.
Se podrá decir que Rosalía se reinventa en cada disco. Pero su esencia está ahí. Rosalía siempre habló de lo divino. Siempre referenció a Dios en momentos difíciles. Desde que cantaba “Dio$ No$ libre del Dinero” (2019) cuando tocaba la fama, o mucho antes. Ahora se enfrenta a una voz que le dice «¿estás asustada?» en “Porcelana”. Todo mientras canta con coraje en latin y luego susurra en italiano en “Mio Cristo”.
This is a divine intervention
Si Rosalía estaba en un proceso de encontrar la verdad, llegó Bjork en “Berghain” para repetirle lo que su abuela había adelantado: se logra a través de la intervención divina. Lo divino y lo terrenal se unen a través de estas dos artistas, quienes han logrado tocar el Olimpo del arte. Se elevan con el primer single del disco para luego volver a lo terrenal con “La Perla”.
Y es en “Mundo nuevo” cuando Rosalía transita por su debut Los Angeles (2017) y el celebrado El Mal Querer (2018) de una manera única. Como quien en su reniego y confusión, vuelve a sus orígenes. Revive temas como “De madrugá” adelantado en vivo en la gira de El mal querer, mientras reafirma que esa esencia siempre estuvo ahí.
No me gusta ser intervención divina
Cuando Rosalía interpreta a Dios, o juega con esa idea, llega el momento más movedizo del disco. Un piano ejecuta ritmos latinos, un contrabajo te hace parar de la silla y la Orquesta Sinfónica de Londres coquetea con la descarga latina. Se abre una de las grietas y entra un destello. El disco viaja por más lenguas en “La Yugular”. Y es que los 13 idiomas del disco son un instrumento en sí mismo, le dan una carga que ninguna obra anterior ha logrado. No son gratuitos, ni arbitrarios, están por una razón. «El Verbo era Dios».
Rosalía abraza el pop y la poesía, y entra en el terreno difuso del amor. «Lo que se construyó con amor es más difícil de incendiar, pero habrá fuegos que no podrás apagar». Por momentos, el disco puede sonar a una fantástica historia de Disney, pero pestañeas y estás llorando escuchando una canción inspirada en el matrimonio fallido de Santa Rosalía de Palermo, en el desapego de Santa Teresa de Jesus, o las reliquias de Santa Rosa de Lima.
«Que viva la electrónica puchaina». El viaje de Rosalía se libera, y conecta lo divino con lo terrenal. Transita la rumba catalana y vuelve al origen. «Yo que vengo de las estrellas, hoy me convierto en polvo pa’ volver con ellas». El viaje de Rosalía termina con una celebración a la muerte en “Magnolias”. Tal como cantaba al cierre de cada concierto en sus inicios con Los Angeles: «Que nadie vaya a llorar el día que yo me muera, es más hermoso cantar aunque se cante con pena».
Rosalía ha entregado el proyecto más ambicioso de su carrera. No es una reinvención. Es el cúmulo de su genialidad elevada por su devoción por Dios, por su búsqueda de luz en momentos difíciles. Por la intervención divina y su devoción por la música. Rosalía ha entregado su obra más grande en medio de un mundo de confusiones. Ha entregado su verdad, y solo nos queda celebrarla con una pausa… en medio del caos. ●

