Dave Grohl y compañía siempre se han sabido escudar en los shows en vivo, con ese derroche de energía que transformaron en sello grupal; tocando como si ellos mismos fuesen fanáticos de su propia banda. Solo así nos hacían olvidar lo insatisfactorios que resultaron sus dos últimos materiales, Sonic Highways (2014) y Concrete and Gold (2017). Medicine At Midnight (2021) salda parte de esa deuda.
El nuevo disco abre con «Making a fire», canción que transita entre el hard rock y el gospel a través de guitarras distorsionadas y coros al unísono (aquí destaca la participación de la hija de Grohl, Violet); sin embargo, pese a ese espíritu elevado no llega a romper fuegos como se esperaría. Lo mismo sucede con «No son of mine», sexto corte del álbum, que es un claro resultado de la influencia de Motörhead en la agrupación, aunque por supuesto plasmada con sutileza (y cierta monotonía); en esencia, el track suena más a pasado que a presente.
Sin embargo, la deuda empieza a saldarse con el sencillo «Shame shame». Con su base rítmica y melodía impredecible, además de las guitarras en un pertinente segundo plano, el grupo abandona su rutina de la clásica banda de rock. Esa digresión también se nota en el tema que da nombre al álbum, «Medicine at midnight», donde David Bowie resuena a cada segundo. Ambos momentos prueban que los Foo Fighters buscaron ponerse a prueba y dejar de lado ese viejo sonido de estadio para recurrir a grooves más interesantes. Un mérito que también podría atribuirse al productor Greg Kurstin, conocido por sus trabajos con Adele, Sia y Kelly Clarkson.
Después de tres años de silencio discográfico, los Foo Fighters intentan rescatar su vigencia en la escena musical con Medicine At Midnight, su décimo álbum de estudio.
Esto no quiere decir que perdieron del todo su chispa hardrockera: en «Cloudspotter», el riff inicial, las guitarras afiladas y los coros nos invitan cordialmente a sacudir cabezas y a fruncir ceños. El problema de estos constantes cambios de ritmos e intenciones es el siguiente: dan a entender que esta nueva entrega no tiene un concepto como disco. Quizás ese fue el propósito de los de Seattle; pero, sin un hilo conductor, sus nueve canciones y 36 minutos de duración transcurren como si se tratara de un playlist de diferentes épocas y autores.
Esta disparidad termina por concretarse en los temas «Waiting on a war» y «Chasing birds» (gran canción que saluda al McCartney de los años 70), ambas de naturaleza soft rock (a la que Dave Grohl ya nos había acostumbrado en sus incursiones solistas). Medicine At Midnight puede satisfacer las expectativas de los seguidores de base de Foo Fighters, pero sigue lejos de su bien recordada faceta noventera. Aunque no se puede negar que es un buen intento de la agrupación por salir de su zona de confort; un objetivo que se plantearon «sin tener que sacrificar al rock», según dijo Grohl en una reciente entrevista. Siempre podrán lograrlo en un próximo álbum.
Sello: RCA / Roswell
Producción: Foo Fighters / Greg Kurstin
Grabación: Estudio casero en Encino (Los Angeles, EE.UU)
Mezcla: Mark «Spike» Stent
Masterización: Randy Merrill