“El rock ha muerto / el trap también / solo tus restos están de pie”. Desafiante y a la vez desconcertante, la frase denota hastío y revancha. Sensaciones que el encierro en el que estamos sumidos por la pandemia en algún momento nos ha enrostrado; y que encontramos en varias de las canciones que Nicolás Duarte ha incluido en este disco.
El título nada sutil de su tercer trabajo solista podría eximirnos de la necesidad de buscarle explicaciones a coros como el mencionado (extraído de la pegajosa ‘El trap también’) o a otros de similar urgencia. En ‘Un rap cualquiera’, el músico afirma que “solo queremos canciones que sangren / canciones de amor / canciones de hambre”. Se sienten –en frases como esas– las ganas de reafirmar posiciones, así la adversidad quiera mostrarse ganadora.
Son nueve canciones hechas por un espíritu que, al igual que todos, está cercado por las circunstancias. Pero mientras nosotros buscamos escapar de todo eso intentando abrir vórtices en nuestras rutinas, el músico peruano tiene la suerte de poder apoyarse en su talento musical para encontrar respuestas.
“Ya despierta de ese sueño / ya despierta de una vez”, se dice a sí mismo Nicolás en la frase final de un disco hecho a dos manos y en medio del encierro. Un trabajo en el que cada tema tiene un matiz distinto al anterior; como cabía esperar de alguien capaz de ser frontman en bandas disímiles como La Mente y Cuchillazo.
Los parámetros impuestos por el distanciamiento social pesan en la estética y la producción sonora del disco; y lo alejan de la exuberancia manifestada en Las Fiestas del Olvido, el anterior trabajo de Duarte, lanzado también en el fatídico 2020. Pero es en esa austeridad, que en varios momentos linda con la aspereza, donde descansan las virtudes de estas canciones.
Por ejemplo, las texturas sintéticas y vintage de ‘Antes del paseo’ recuerdan al retrofuturismo del techno pop ochentero, mientras que la melancolía aletargada de ‘Adiós’ (título disfuncional, si se tiene en cuenta que es el primer tema del disco) alberga un lamento sin respuesta, vinculado al transcurrir del tiempo.
¿Cómo habrían sonado con una producción musical diferente un tema tan intenso y épico como «Ártico» o esa versión rock del clásico de Rafo Ráez, «Chica canela»? Seguro que más espectaculares aún; pero eso no resta valor a la manera en que Duarte ha decidido mostrarlas aquí. El ingenio, los arreglos y los recursos melódicos aplicados en todo este álbum dicen mucho del valor de un trabajo que oficia como espejo de un tiempo de precariedad; de una época en la que la luz que proyectamos es la única salida frente a la incertidumbre.
Sello: Cósmica
Producción: Nicolás Duarte
Grabación: Nicolás Duarte
Mezcla: Rafael Otero
Masterización: Aldo Gilardi-Magnan
Diseño de portada: Juanjo Rejas