A.CHAL: «Quiero mostrar que puedes ser peruano, amar tus raíces y no avergonzarte de ellas ante el mundo»

A.CHAL en un jardín
Olivia Jank

Tiene una misión clara: ser profeta en su tierra. Tras codearse con el mainstream mundial –en colaboraciones con Rosalía, C.Tangana, Nicky Jam, entre otros–, regresó al país para lanzar “Chuco” junto a Los Mirlos y Kayfex. «Cuando estoy en Perú voy a las provincias. No me quedo en Miraflores o Barranco», cuenta el trujillano, cuyo nombre real es Alejandro Salazar Pezo. O simplemente A.CHAL, seudónimo con el que rinde homenaje al cerro Icchal, importante sitio arqueológico ubicado en Santiago de Chuco, en su natal La Libertad. El músico, quien hoy más que nunca reafirma sus raíces peruanas en la industria, también nos reveló detalles de su vida en los barrios ‘picantes’ de Estados Unidos… y de lo que le sigue sorprendiendo del Perú.


Del otro lado de la pantalla, Alejandro está sentado en el hall de un hotel de Lima. Tranquilo. En los últimos meses lo vimos en todos lados y en diferentes facetas: montando un caballo en Ayacucho; vestido de escolar en un paradero de la capital; apareciendo sorpresivamente en un evento de nu metal en Barranco; posando con una camiseta de Chacalón en el estadio de Alianza Lima; y repartiendo helados en el norte del país.

Todas estas situaciones nos harían pensar que se trata de un turista decantado por el Perú y sus particularidades urbanas. Pero no. De hecho, su historia empieza –precisamente– en este país. A.CHAL nació en 1989, en Trujillo. Solo unos años después, sus padres migraron a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades, persiguiendo el sueño americano. Primero llegaron a New York; y luego se mudaron a Massachusetts, donde pasó la mayor parte de su adolescencia y juventud.

Empieza la entrevista y le preguntamos si está listo. Alejandro responde en clarísima jerga peruana, a pesar del acento gringo: «De una, de una. Firme». Esa primera frase basta. Porque nos recuerda que, aunque haya pasado gran parte de su vida fuera, el Perú es parte de su identidad. Y la lleva consigo a todos lados.



¿Alejandro, ‘Eichal’ o ‘Achál’? ¿Cómo prefieres que te llamemos?

A.CHAL: A ver…¿cómo crees tú?

Yo creo que es ‘Eichal’...

A: No. Es ‘Achál’. 

Achál, acabas de colaborar con Los Mirlos y Kayfex en el single “Chuco”. ¿Cómo se concretó este featuring?

A: Un día revisé mi teléfono y vi que Kayfex me había escrito: «Estoy acá en Lima». Yo no ando mucho en mi Instagram y en mi teléfono, pero vi un mensaje suyo. Sabía que él era de Perú y le ‘daba duro’. Entonces le respondí y le dije para conocernos.

¿Habías escuchado su música?

A: No. Pero sí entendía su propuesta como artista, y que mezclaba las raíces andinas con lo electrónico. Me parecía chévere. Cuando vino… yo tenía ideas, pero no todas fluían. Él intentó como una hora, dándole y dándole. En un momento le dije: «Mejor enséñame lo que estás trabajando ahora». Me contó que tenía algo con Los Mirlos.

¿Te sorprendiste?

A: Me sorprendí porque no me lo esperaba. He escuchado a Los Mirlos gracias a mi papá. Son de su época y él es fan.

La fusión de cumbia amazónica y la música urbana puede ser arriesgada. Son dos géneros muy diferentes...

A: Bueno, una forma con la que podrías describirme es que soy urbano y psicodélico. Viví en Comas; en Trujillo por La Rinconada; en New York, viví en Queens, en Corona, en Harlem, en Chelsea. Lugares picantes. Era un niño normal, tranquilo, ‘bacano’. Me crié con gente de la calle, pero yo era tranquilo.

***

¿Qué recuerdas de tu infancia?

A:  Mi papá siempre ‘chambeó’ duro para que mi mamá se quede en la casa. Ella cocinaba y nos ayudaba con las tareas. Mi papá era un hombre enfocado y responsable. No sentí pobreza, aunque igual creo que eso es un mindset. La pobreza es más que dinero. Cuando salí a la calle vi mucho ‘teteo’; gente gritando, música fuerte. Vi violencia, pero también cariño.

¿Por qué se mudaron a Estados Unidos en los años 90?

A: Mi hermano falleció en Lima cuando yo nací. Además, mi papá se cansó de la calidad de vida que teníamos en Lima. Vivimos en Trujillo unos dos o tres años, y luego nos fuimos. Él quería darnos mejores oportunidades porque en Lima no las había.

¿Vivir en Estados Unidos te ayudó a construir una carrera musical?

A: Estoy obsesionado con el sonido. La verdad es que no me veo como músico, sino como un visionario. Tengo la suerte de haber vivido experiencias únicas. No conozco a otras personas que tengan esa experiencia de vivir en diferentes lugares, con diferentes personas, ambientes, culturas y estéticas.

Viví en Huamachuco, en San José, que es sierra sierra de verdad. Esa experiencia me ayudó a volverme un creador y a materializar mi música; incluso mi forma de vestir. Algunas personas lo pueden ver como: «Oh, que cool que se vista así». Pero todo eso es parte de mi experiencia. Hay muchas formas de comunicar quién eres y cuál es tu historia. Algunos pintan; otros escriben libros o graban documentales. Yo hago música.


(Fotografía: Olivia Jank)

Queda clara tu conexión con Huamachuco, lugar al que referencias en el single “Chuco”...

A: «Tamo’ en Huamachuco con mis primos chupando» [canta]. Eso pasa cada vez que estoy en Perú y estoy en las fiestas de Huamachuco. Quería cantar la frase «Con mis amigos chupando», pero la verdad es que no tengo amigos, solo primos. Mi papá se crió e hizo la secundaria ahí. Todos los ‘causas’ de su juventud están ahí y me reciben con cariño. Cuando vengo a Perú, me quedo allí al menos dos días. Las fiestas de Huamachuco son increíbles.


¿Qué es lo que más te atrae del Perú?

A: Por dónde comenzar… obviamente, la comida. Nada le gana. Ahora mismo estoy comiendo. Lo que amo de Perú es toda la variedad que tiene para ofrecer: desde la tierra hasta la comida, la atmósfera, la música, la gente… y siento que todo eso está muy infravalorado. Además, cuando escucho la cumbia peruana, comparada con la de México, Argentina o Colombia, es como el ceviche. En otros lugares hay chile, tiraditos, sashimi… pero nada se compara con el ceviche.

Siento que la gente de Perú es especial, pero ni siquiera ellos lo saben. No son conscientes de eso. Cuando estoy acá, voy a las provincias, a la sierra y la ciudad. Recorro el Perú. No soy de los que se quedan solo en Miraflores o Barranco.

¿Y qué te sorprende de ese Perú que no está en Miraflores o Barranco?

A: La riqueza de los géneros musicales: el huayno, el cajón, la salsa peruana, la cumbia… así como la comida que es tan rica. Pero, de alguna forma, los ‘peruchos’ son muy tercos, y por eso no se exporta tanto. Vienen extranjeros a exportarlos y se llevan las ganancias.

A veces siento que no se dan cuenta de lo que tienen. En Estados Unidos, incluso si tienes muy poco, actúas con la confianza de que tienes mucho. Los peruanos necesitamos un poco de eso. No hablo de creerse demasiado porque eso no es confianza, eso es inseguridad. Honestamente, eso es lo que espero poder hacer más allá de la música: mostrarle a la gente que puedes ser peruano, ser tú mismo, amar tus raíces y no avergonzarte de ellas ante el mundo.


¿Con qué otros artistas te gustaría colaborar?

A: Hay muchos géneros que amo: la chicha, la cumbia de la selva… me encanta “La Culebritica”. Pero si te digo no habría sorpresa. [Risas]

Entonces se vienen otros featurings con músicos peruanos...

A: Si es que fluye, sí.

¿Y estás preparando algún álbum?

A: Estoy enfocado en fluir. Seguir el camino que me enseña Atahualpa. Yo sigo sus pasos.

¿Cuáles dirías que son tus tres discos favoritos?

A: Dirty Sprite (2011) de Future; Bocanada (1999) de Gustavo Cerati; y Espíritu (2024) de A.CHAL.

¿Y tus tres artistas favoritos?

A: Chacalón, Prince y Kanye West. ●


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