El músico argentino presentará su show unipersonal SET1 este jueves 25 de mayo. La cita es en el Centro de Convenciones del Teatro Leguía
Justo antes de contestar nuestra videollamada por Zoom, Lisandro Aristimuño escuchaba a Joni Mitchell. El álbum Blue, para ser más exactos. «Es como mi disco de la mañana, perfecto para que te acompañe mientras tomas un mate», explica. Así empieza los días previos a la gira que ha organizado en Latinoamérica para presentar SET1, su nuevo show unipersonal donde lleva la creación de sonidos al límite y en el que combina el formato acústico con el electrónico. Una experiencia musical que también ha trasladado a un disco en vivo (2022, Viento Azul) publicado el año pasado.
Además de visitar Colombia, Chile, Ecuador y Bolivia, el músico argentino llegará a Lima para brindar un único concierto este jueves 25 de mayo. La cita es en el Centro de Convenciones del Teatro Leguía, y las entradas ya están disponibles en la plataforma de Joinnus. Sobre esta nueva visita a nuestro país y su propuesta artística, conversamos con Lisandro.
Regresas al Perú después de 10 años y una pandemia, que ha golpeado, sobre todo, a los artistas independientes.
LA: Totalmente, han sido años muy duros. Pero siempre la música te salva, y en este caso me salvó, otra vez. Me permitió descubrir este SET1 que estoy presentando ahora; rodearme de máquinas al estar solo. Así surgió esta mutación que me llena de felicidad.
Cuando la prensa habla de tu música, suele catalogarla como indie, folk y, ahora, electrónica experimental. ¿Hay alguna etiqueta con la que te sientas cómodo?
LA: Eso se lo dejo a los demás. Nunca me puse a pensar en etiquetas a la hora de hacer música. Mezclo muchos estilos, a raíz de que, desde chico, escuché diferentes tipos de música, diferentes estilos y formas. Si la música te llega, no importa qué estilo sea. Te gusta o no te gusta. Cuando compongo, arreglo o produzco, uso muchas paletas de colores, no solo una. Entonces, puedo incluir un bombo legüero, una quena o una máquina de ritmos electrónica. Esa mezcla define bien lo que quiero decir y transmitir a la gente. Te cuento otra cosa: en mi estudio tengo algunos premios Gardel; uno dice Mejor Álbum de Folklore Alternativo; otro dice Mejor Álbum de Electrónica; el otro, Mejor Álbum de Canción de Autor. Me río un poco de eso también, porque esas etiquetas salen de diferentes lugares.
¿Qué determina que vayas por un lugar musical u otro cuando compones?
LA: Casi siempre manda la canción que compongo. La escribo y pienso, por ejemplo: «Ah, esta tiene una onda medio Radiohead… medio Björk… medio Chabuca Granda». La canción surge de una guitarra y después la voy como vistiendo, buscando la sonoridad que la propia canción me dice. Yo me dejo llevar y pienso: «qué bueno que aparezca una quena acá, en lugar de un saxo». En eso soy muy libre, no me pongo trabas.
Mencionas a Björk, Chabuca Granda y otros referentes que, más allá del estilo, tienen una música muy personal, muy de autor.
LA: Sí, creo que lo que soy es, principalmente, un compositor. Yo hago canciones. Mi faceta de productor la desarrollé a medida que hice canciones. Pero yo arranqué con una guitarra de cuerdas de nylon al modo de Silvio Rodríguez. El origen y la raíz de mi música es una guitarra y la voz.
«La canción surge de una guitarra y después la voy como vistiendo, buscando la sonoridad que la propia canción me dice»
¿Trasladar tu propuesta musical a los escenarios ha sido un reto? Algunos dirían que hoy el público busca que la música en vivo suene tal y como la escuchan en plataformas digitales.
LA: Es verdad, pero yo nunca quiero que mis conciertos suenen igual al disco. Quizás esa se la razón por la que, al menos en Argentina, cuando he tocado en dos fechas seguidas, mucha gente viene a escucharme en ambas. Voy cambiando cosas en cada fecha. Me encanta versionar mis canciones en los conciertos. Algunas sí suenan más parecidas a la grabación de estudio, pero en general no. Incluso, a veces empiezo a tocar una canción sobre el escenario y nadie sabe cuál es hasta que empiezo a cantarla. Buscamos otra sonoridad con la banda. Ahora con SET1 es todo más electrónico y va mutando.
¿Y prefieres tocar en un lugar pequeño o en un escenario de festival?
LA: Tengo un formato con banda donde participan ocho músicos, que suelo preferir para lugares más grandes o festivales. Pero en general no tengo una preferencia sobre el lugar. Este SET1 es íntimo en el sentido de que estoy solo en el escenario con mis máquinas. Es un show más electrónico, más en plan de DJ que de folk con guitarra y voz. Es un show de electrónica ambient.
¿SET1 es producto de la pandemia y el aislamiento obligatorio?
LA: Sí tiene que ver, aunque yo siempre he trabajado solo. Arranqué solo los discos; con máquinas, simulando y tocando. Para armar los demos, empiezo con la computadora y luego llamo a los músicos para hacer los arreglos. Con la pandemia volví a esa raíz. Al encontrarme solo, pensé en armar algo unipersonal y muy mío, así que empecé a probar pedales; tenía tiempo para mirar tutoriales de los aparatos que tenía. Sin darme cuenta, armé una especie de concierto, donde actúo como un pulpo, tocando todos los botones y haciendo música en el momento.
Básicamente, es un show de improvisación con los aparatos.
LA: Exacto. Por eso cada canción sale distinta en los conciertos. Yo controlo a las máquinas, ellas no me controlan. Decido alargar los estribillos o los intros. A veces, cuando estás con la banda, eso no sucede, pero ahora estoy con los samplers en los pies.
Estar solo sobre el escenario parece una metáfora del artista independiente. Tú tienes tu propio sello discográfico Viento Azul y has controlado tu carrera siempre de manera muy personal. ¿Cómo ves al artista indie de estos tiempos?
LA: En estos tiempos, la «independencia» está muy en boga. Ahora todos se dieron cuenta de que es mejor ser un artista independiente. Lo indie se ha convertido en una moda y hay gente que lo usa como cartel. Recuerdo que cuando salí, en el 2004, era una locura. Se decía que ser independiente no traía nada bueno; nadie iría a verte, nadie te escucharía. Como soy bruto, igual me atreví. Hoy tengo mi propia productora y sello discográfico con el que edito mis discos. Intento mantener los lanzamientos en formato físico, como mi álbum Criptograma (2020, Viento Azul) que salió en vinilo y CD.
Hoy se habla de una «nueva ola» del indie argentino, con exponentes como Él Mató o Bandalos Chinos. ¿Qué te parece eso?
LA: Siempre pasó en la música que existan estas olas. En un momento, yo estuve vinculado por la prensa con una «ola» de cantautores, así como pasa ahora con el trap. Pero las cosas van diluyéndose y la música sigue. Eso de las «olas» es algo que se inventa la gente, no los músicos.
¿Y disfrutas del trap y las nuevas músicas?
LA: Sí, hay algunos traperos que me encantan. Por ejemplo, WOS estuvo en mi último disco como invitado (en el track «Comen» de Criptograma). Me gusta mucho lo que él hace… como también hay otros exponentes del género que no me gustan nada. No me gusta cuando tienen una apariencia yankee, con su gorrita y sus zapatillones… qué sé yo. Los ves y dices: «Eso ya lo hizo Eminem». Es raro, hay una invasión de la cultura yankee que no me gusta mucho. Pero son gustos, y yo no soy nadie para dictar los del resto. Soy solo un músico. ■